¿Le temes a la infelicidad? Te cuento por qué es tan perjudicial para tus hijos
Uno de los pilares de mi filosofía como Coach Infanto Juvenil y Familiar, es que las actitudes, creencias y miedos de los padres afectan directamente a los niños. De ahí que la mayoría de los comportamientos de nuestros hijos, tanto positivos como negativos, vengan de nosotros. Por eso creo también que los padres mismos pueden prevenir algunas conductas negativas e incentivar las positivas. A eso se dedican los Padres Coach de mi comunidad; una de sus labores principales es fijarse en sí mismos. Como te decía, son sus actitudes, miedos y creencias los que llevan a desarrollar unos u otros comportamientos en los niños.
En este artículo hablaremos sobre uno de estos: el miedo que tienen los padres a la infelicidad y cómo este miedo termina afectando a los niños.
Primero que todo ¿Qué es temerle a la infelicidad? Temerle a la infelicidad es no permitirte sentir una de las emociones más naturales que tenemos los seres humanos: la tristeza. En lugar de ver los momentos de desánimo e infelicidad como algo natural y transitorio en la experiencia humana, tratamos de evitarlos a toda costa y nos sentimos culpables cuando caemos en estos.
Ese temor a la infelicidad, sin darte cuenta, empieza a convertirse en el guía de tu comportamiento de tres formas:
– La primera es hacer todo lo que está en tus manos para evitar lo que te causa infelicidad. Está bien que busquemos permanecer en los lugares, con las personas o en las situaciones que nos generan felicidad; lo que está mal es querer tapar el sol con un dedo y pretender que todo en la vida es color de rosa o hacernos los ciegos ante las situaciones dolorosas que debemos enfrentar. Como sabrás, la vida no siempre es perfecta y no todo te va a alegrar.
– La segunda es que te conviertes en una persona dura que no se conecta con sus propias emociones ni con las de los demás. Le tenemos tanto miedo a la incomodidad de la infelicidad, que decidimos no sentir ni tampoco empatizar con los sentimientos de otros. Nos volvemos como piedras, siempre neutros ante cualquier emoción.
– Y la tercera, buscas salir de la infelicidad o enmascararla a toda costa. Ahí es cuando las personas empiezan a consumir drogas o alcohol, a comer de más, a refugiarse en las compras, o en cualquier otra práctica que le permita no sentir o evitar enfrentar las situaciones.
En definitiva, creemos que uno no debe pasar por momentos de infelicidad y actuamos para evitarlos. Pero ¿qué tiene que ver esto con la crianza de tus hijos? Que esos comportamientos son los que les empiezas a mostrar; y recuerda que tus hijos aprenden a través del ejemplo. Un niño, que siente con todas sus fuerzas cada una de sus emociones y que nos muestra lo naturales y transitorias que son estas, termina aprendiendo de sus padres que hay una gama de ellas que no está permitido sentir.
Ahora que te mostré qué actitudes puedes estar teniendo tú guiado por el miedo a la infelicidad, vamos a otra parte fundamental. Te contaré cuáles son las dos actitudes que puedes estar teniendo hacia tus hijos y a través de estas mandarles el mensaje equivocado:
1. Los menosprecias cuando tienen emociones que los hacen ver como vulnerables: Muchos padres dan el mensaje a sus hijos de que uno en la vida debe ser fuerte; y cuando estos se sienten mal, les hacen sentir que son débiles y “flojos”. Si bien es cierto que podemos afrontar con fortaleza todas las situaciones que la vida nos traiga, también está bien el permitirnos sentir tristeza y vulnerabilidad ante ellas. Lo uno no excluye a lo otro. Una persona puede enfrentar una situación y sentir miedo o tristeza a la vez.
Frases como “no es para tanto”, “para de llorar”, “eso tampoco es tan grave” les hace pensar que son inadecuados por sentir y que deben permanecer fuertes a toda costa.
2. Intervienes para sacarlos del dolor: El rol de una madre o un padre cuando su hijo está pasando por un mal momento, es hacer de guía, de compañía, de consejero y de apoyo; no de quitarle ese dolor. Lo que muchos padres hacen es usar sus recursos para que el niño deje de sentir; ya sea solucionándole innecesariamente el problema o dándole algo que le guste y así enmascararle el dolor. Si le compras un juguete para sacarlo de la tristeza, el equivalente a ese juguete puede convertirse en las drogas, el alcohol o las compras cuando sea adulto (entre muchas otras). No aprendió a gestionar los momentos de infelicidad, por lo que debe recurrir a algo externo para camuflarla. En este caso no le estás enseñando a gestionar su dolor sino a evitarlo. En definitiva: lo correcto es apoyarlo mientras siente, no llevarlo a que deje de sentir.
Para concluir con este tema, creo que las personas que buscan escapar de la infelicidad, terminan siendo más infelices todavía. El hacer todo para evitar el dolor, te lleva a hacer cosas incluso más dolorosas. Desafortunadamente, esto lo aprendimos cuando éramos niños y probablemente se lo estemos enseñando a nuestros hijos. La capacidad de sumergirnos en nuestras tristezas y de aceptar los momentos de vulnerabilidad, es la que nos permite sanar, vivir plenamente los momentos de alegría y verdaderamente empatizar con el dolor de los demás. Si te permites vivirlos y permites que tus hijos los vivan, te darás cuenta que no solo son naturales sino que también son temporales. Todo estado de ánimo, si se le da el permiso de ser y de existir, tarde o temprano pasará; dejándonos crecimiento y enseñanzas para continuar.
Laura
Tremendo artículo ,gracias por compartir , muy útil tu transmisión de conocimiento!